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Aunque sus enemigos los lleven al destierro,
    ordenaré a la espada que allí los mate.
Estoy decidido a traerles desastre
    y no a ayudarlos».

El Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales,
    toca la tierra y esta se derrite,
    y todos sus habitantes lloran.
La tierra sube como el río Nilo en tiempo de inundaciones,
    y luego vuelve a hundirse.
El hogar del Señor llega hasta los cielos,
    mientras que sus cimientos están en la tierra.
Él levanta agua de los océanos
    y la vierte como lluvia sobre la tierra.
    ¡El Señor es su nombre!

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